Una revisión global de investigaciones reveló efectos negativos, entre ellos, menor lenguaje

Estar sin estar: cómo el uso de pantallas por adultos afecta el desarrollo de los niños y sus aprendizajes

Mirar dispositivos mientras se juega, come o conversa con los hijos los impacta emocional, cognitiva y socialmente. Especialistas advierten que la atención real es fundamental en su crecimiento.

Un padre o madre que revisa el celular, ve una serie en la tele­visión o atiende una llamada mientras su hijo le muestra un dibujo, intenta contarle algo o simplemente pide atención se ha vuelto una escena habitual en muchos hogares. Y aunque pa­rezca inofensiva, es una imagen que, repetida a diario, podría es­tar dejando una huella más pro­funda de lo que se cree en los pe­queños, advierten especialistas.

Un llamado de alerta que es consistente con un análisis re­cientemente publicado en la re­vista científica JAMA Pediatrics, liderado por Marcelo Toledo­-Vargas, académico titulado de la U. de La Frontera y hoy radicado en Australia.

En él se revisaron más de seis mil estudios internacionales pa­ra examinar, por primera vez a gran escala, los efectos del uso de pantallas, entre otros, celula­res o tablets, por parte de padres y madres frente a sus hijos me­nores de cinco años. «Nos referi­mos al uso de dispositivos con pantalla mientras los niños están presentes, lo que se conoce como technoference o phubbing. No al uso compartido de pantallas», especifica Toledo-Vargas.

Un dato preocupante que se observó, por ejemplo, es que más del 70% de los padres usa dispositivos con pantalla mien­tras juega o come con sus hijos, y que el 89% realiza esta conducta al menos una vez al día. «Es una práctica normalizada, pero eso no significa que sea inocua», se­ñala el investigador.

Algunos de los efectos negati­vos de esta práctica, advierte Toledo-Vargas, se asocian con pro­blemas de apego, de relaciona­miento con otros niños y tam­bién de tristeza, ansiedad o agresividad. «Todos son elementos que po­drían afectar el vínculo y las relaciones cotidianas. Además, en­contramos asociaciones con un menor desarrollo cognitivo y mayor tiempo frente a pantallas en los niños. Estos elementos son preocupantes, especialmen­te considerando que esta etapa de la vida está llena de ventanas de oportunidades para el desa­rrollo de distintas áreas», suma el académico.

Desde Chillán, la educadora de párvulos Carmen Villa, del Jardín Infantil Buen Pastor, per­teneciente a la Protectora de La Infancia, ha sido testigo de estos efectos en las aulas. Según cuen­ta, observa un mayor «retrai­miento y menor disposición pa­ra interactuar con el entorno, atención absorbida por las pan­tallas en detrimento de la explo­ración física y la creatividad, al­teraciones emocionales con fluc­tuaciones rápidas entre alegría, frustración y tristeza, depen­dencia progresiva del dispositi­vo que desplaza actividades cla­ve para el desarrollo, y empo­brecimiento del juego y las inte­racciones sociales, limitando la adquisición de habilidades co­municativas y afectivas».

Claudia Donoso, coordinado­ra del Magíster en Educación mención en Neurociencias Apli­cadas a la Educación, de la U. Fi­nis Terrae, advierte que estar 100% presente durante las inte­racciones con los niños, sobre to­do pequeños, es esencial por di­versos motivos.

«El cerebro se moldea en fun­ción de las interacciones huma­nas. La llamada «atención con­junta», cuando ambos están en­focados en lo mismo, es clave pa­ra el desarrollo del lenguaje, la empatía y la capacidad de vincularse. Cuando el adulto está dis­traído, el niño puede experi­mentar sensación de abandono emocional, aun cuando el adulto esté físicamente presente», ad­vierte Donoso.

¿Qué hacer?

Lejos de buscar culpabilizar a las familias, los expertos coinci­den en que se trata de generar conciencia sobre cómo y cuándo usar el celular. En el caso de los padres que por sus trabajos ne­cesitan estar siempre conectados a las pantallas, Anne Traub, di­rectora ejecutiva de Familias Pri­mero, sugiere «apagar el celular por 15 minutos mientras juegan, dejarlo en silencio en la comida, de contar un cuento sin inte­rrupciones antes de dormir, de preguntarles cómo estuvo su día. Momentos breves, pero con atención completa».

Si bien aún no hay datos en Chile sobre el fenómeno, la U. de La Frontera está realizando un estudio basado en la experiencia de 3.200 cuidadores de niños menores de cinco años. «De for­ma preliminar, podemos com­partir que uno de cada cuatro re­portó utilizar un dispositivo con pantalla al menos cuatro días a la semana mientras jugaba con el niño y uno de cada cinco durante la rutina de dormir. Esto nos muestra que esta conducta no sería esporádica, sino bastante frecuente», dice Toledo-Vargas.

Fuente: El Mercurio